sábado, junio 23, 2012

No hay lugar para el miedo

No podrá. No dispone de tiempo.

No esta preparado. No se le va a conceder ni un respiro. En definitiva, no habrá clemencia.

Todos estos pensamientos se asoman a la mente del guerrero e intentan asolarla; producen sensaciones que arremeten contra su cada vez mas desfallecido corazón. Sigue luchando, pero sin saber el porqué, o quizá sí lo sabe, sencillamente porque no puede hacer otra cosa. No se ha bregado en tantas batallas para ahora desfallecer, no se ha dejado la piel en sucesivas luchas para arrojar su arma al suelo e inclinar la cabeza ante el enemigo.

Pero no son éstas las razones mas importantes; hay otra, anclada a lo más profundo de su alma: en su casa, tan lejos y tan cerca de la pelea, le aguardan. Con los brazos abiertos, con una sonrisa, con todo el amor del mundo. Pelea por él mismo, y sobre todo por quienes esperan, porque no puede volver a su hogar sin haber luchado hasta la extenuación, porque no se entrega un palmo de la propia tierra sin defenderla. La rendición no es una opción que el caballero contemple, y mucho menos si su enemigo es su propio miedo.

Por miedo llora y tiembla. Su enemigo le invita: ríndete, y ya no temblarás ni llorarás; el guerrero siente la debilidad en su cuerpo y en su mente. Pide unos minutos, que le son concedidos con prepotencia. Se aísla en sí mismo, pero por poco tiempo. La decisión estaba tomada antes de comenzar la batalla, y él no reblará, así que agarra con fuerza la empuñadura de su espada.

Morir en el intento o volver a casa derrotado y hundido. O quizás, ¿por qué no, VENCER?.

No más lamentos ni dudas. El guerrero mira a los ojos del enemigo, y le indica su negativa  a rendirse con una simple mirada desafiante. El cielo se tiñe de gris, la lluvia comienza a mojar su rostro, y el caballero da gracias a Dios porque todavía le quedan fuerzas para luchar.

Cierra los ojos, piensa en los suyos, y sonríe, mientras el miedo se lanza a un nuevo intento por resquebrajar su alma ...